sábado, 18 de noviembre de 2017

Rápidamente cambié de rumbo



Por Roberto Veloso


¿Y qué puedo hacer ahora? Putas qué terribles son las dudas, sobre todo cuando las decisiones las tiene que tomar uno solo. Si el jefe estuviera vivo, fijo que nos sacaba altiro de este aprieto, pero tuvo que hacerse matar como huevón, por lacho le pasó. Nosotros le dijimos "cuidado, jefe, esa mina no es de fiar, mira pal lado cuando le habla", ¿y qué nos dijo él? "De puro envidiosos hablan, ya les gustaría comerse una minita como esa, pero, ella sabe dónde está lo bueno y nunca se va a fijar en guarenes de cola pelada como ustedes". Y partió nomás a la cita en el bar que, fíjense ustedes cómo son las cosas, se llama la Puñalada.
Ahí lo estaban esperando los tiras que junto con gritarle "entrégate, huevón" empezaron a dispararle, menos mal que el jefe, que era un celaje, sacó la CZ que llevaba siempre en la pretina del pantalón y se largó a repartir balas, logró echarse a 3 tiras antes que lo zurcieran a balazos, qué pena que no alcanzó a ver al Lucho, que entró detrás de él, a pesar de haberle dicho "no me acompañís" y que antes de caer, él también, le metió un tiro en la cara a la Myriam que, en un rincón miraba cómo se consumaba su traición.

Yo, que venía como media cuadra más atrás, sentí la balacera y, pensando que ya no había nada más que hacer, rápidamente cambié de rumbo y partí como las velas a una caleta que conozco yo solito a esperar que las cosas se calmaran. Como dijo el Mariscal Badoglio: "soldado que arranca sirve para otra batalla", sabio el viejo.